Seguidores

Archivo del blog

lunes, 4 de abril de 2011

Estaba lleno de perros, perros que a pesar de estar juntos se sentían tan solos como yo. Pero había uno que llamó mi atención y activó el goteo de lágrimas. Era negro, con canas, así que supuse que no tendría mucho más tiempo de vida. Seguí recorriendo su cuerpito débil con la mirada y ahí lo vi. Tenía un agujero en el lomo. Supuse que estaba enfermo, y que tenía razón en cuanto a que no iba a sobrevivir mucho más. Me miró y percaté que la muerte lo tenía preso; la muerte se hace presente en cada mirada ausente. Me dio mucha tristeza, y quise abrazarlo. Pero llegó mi papá y otra vez emprendimos viaje  solo, sin puteadas sobre la mesa, como para perder la costumbre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

dejame tu mensaje